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¿Dónde está el imperio del comandante Fidel Castro?

bromselick

8/29/2006 5:39:00 PM

Cuba, mucho más que un símbolo --

Joseba Alvarez,
Gara --

La salud del emperador ha sido siempre fuente de discusión entre los
súbditos y de conspiración entre los oponentes. Pero, ¿dónde está
el imperio del comandante Fidel Castro? ¿Dónde el poderío de Cuba,
un país pequeño del denominado tercer mundo? ¿Por qué son tan
importantes ambos para toda la humanidad?

El pasado día 20 de junio, Cuba fue elegida, en votación secreta,
miembro fundador del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con el
apoyo de 135 países, más de 2/3 de la Asamblea General de Naciones
Unidas, mientras que los Estados Unidos ni siquiera se atrevieron a
presentar su candidatura que hubiera sido rechazada por la inmensa
mayoría. Esa es la fuerza de Cuba y del comandante Fidel Castro, la
fuerza de la legitimidad, la dignidad, la honestidad, la razón, la de
su política internacional.

La fuerza de Cuba está en esos miles de voluntarios cubanos: médicos,
técnicos sanitarios, ingenieros, profesores, planificadores,
científicos, que trabajan en los países más pobres, y en la
formación y asistencia médica que Cuba da en su territorio a millares
de ciudadanos de esos países, de forma gratuita. La fuerza de Cuba
está en su solidaridad internacionalista, además de ser un claro
símbolo de resistencia al imperialismo.

Por todo ello, la salud del comandante Fidel Castro, unida al futuro de
Cuba, se convierte en primera noticia, incluso en los medios de
comunicación controlados por el poder. Temen al compromiso real cubano
con los más necesitados, a su capacidad de trabajo político e
ideológico en las masas de trabajadores, a la batalla de las ideas que
generan permanentemente Cuba y el comandante Fidel Castro, temen a su
alternativa, la del socialismo en eterna transformación. Cuba es mucho
más que un símbolo, es una realidad palpable.

Y ello a pesar de que esa política exterior, en muchos casos, supedita
los principios estratégicos de la revolución socialista a las
necesidades urgentes de Cuba, y en otros casos se mueve en la calculada
ambigüedad de no definirse sobre crisis que pueden incomodar a fuerzas
políticas reformistas que tal vez pudieran llegar a ayudar a Cuba o a
no atacarla en su momento.



Un modelo socialista en eterna transformación

Pero la aportación de Cuba y del comandante Fidel Castro a la
humanidad no se limita a la actuación y política exterior, sino que
se extiende al debate y a la práctica socialista. A nadie se le escapa
que Cuba trabaja intensamente por la elaboración de un modelo
socialista para el siglo XXI en unas condiciones muy complicadas. No
debemos de olvidar que con el fracaso de la URSS, se desmorona en Cuba
una parte muy importante del modelo socialista cubano. No todo, y menos
aún su esencia; pero sí uno de los componentes esenciales que
aseguraban su cohesión interna en cuestiones decisivas. Los miles de
altos cargos, especialistas y responsables en los ministerios
socioeconómicos, políticos, científicos y educativos, que se habían
formado en la URSS, se quedaron sin referencias teóricas en medio de
una penuria jamás imaginada y de una salvaje ofensiva imperialista.


Como consecuencia de ello, apenas tenían otro referente teórico,
porque durante años apenas se había producido un debate sobre
marxismos alternativos al stalinista. Si bien es cierto que en Cuba
hubo mucha más libertad de discusión que en el resto de países
llamados socialistas, no es menos cierto que el aparato del partido
supo y pudo constreñirlos a sectores reducidos, sin apenas incidencia.

En 1993 Fidel Castro advirtió públicamente que no se toleraría el
surgimiento de una casta enriquecida. Pero ya en 1995 se habían
publicado textos que defendían que además de la propiedad estatal,
cooperativa e individual, había que añadir una cuarta propiedad, la
propiedad privada de fuerzas productivas que es cualitativamente
diferente a la individual de bienes de consumo para la casa, o un
coche, por ejemplo.

Los defensores de la cuarta propiedad, la privada de fuerzas
productivas, insistían en que ésta debía estar «vigilada» por una
profundización y extensión de la democracia socialista, de los
poderes controladores del Estado, de la iniciativa popular, para
impedir que se fortaleciera el peligro de una incipiente formación de
una casta superior.

Determinados sectores críticos en el sentido marxista, fieles al
proyecto revolucionario pero purgados de los aparatos de poder por su
oposición a esa dogmática stalinista, sostienen que entonces se
malogró la posibilidad de haber llevado hasta el final un debate de
redefinición y adaptación del concepto de socialismo en las
condiciones mundiales y cubanas de finales del siglo XX. Reconocen que
se hizo un esfuerzo sincero, pero que se quedó inconcluso por las
extremas dificultades del momento y las resistencias de la burocracia a
la urgente autocrítica.

Sin embargo, en los últimos tiempos se está produciendo una intensa
recuperación económica en la Isla debido a las medidas tomadas a
raíz de la profunda crisis de 2002, la más seria desde la iniciada en
1991 y que llevó al PCC a decretar el llamado «período especial» en
1992. Además, tras el 11-S de 2001 cayó en picado el turismo
extranjero en la Isla y disminuyó mucho la llegada de dólares de los
emigrantes cubanos, sobre todo de EEUU.

En estas condiciones se abrió un intenso debate sobre el modelo
económico del que salieron, entre otras, las siguientes líneas
maestras: primero, la recuperación del papel centralizador del Estado
en detrimento del desorden descentralizado, que hacía que el 66% de
las divisas estuvieran en manos de empresas y no del Estado.

Otra decisión fundamental tomada fue instaurar una moneda cubana
convertible no vinculada al dólar, lo que quiere decir que sólo el
gobierno cubano tiene la facultad de convertir su moneda según le
convenga, sin depender de los caprichos del FMI y de los EEUU.

Además, aumenta la confianza popular en la moneda nacional que ha más
que triplicado su uso en pesos convertibles y un 35% su uso en pesos
cubanos. Con ello, Cuba está logrando una mejora apreciable de su
solvencia crediticia.

También destaca la decisión de potenciar la producción científica y
de altas tecnologías. Casi el 60% de los ingresos de la balanza
comercial cubana provienen de esta capacidad productiva, que también
financia el déficit de la balanza de bienes.

Pero además de estos datos económicos, también hay que destacar la
orientación práctica de muchas de esas producciones y la filosofía
general del proceso entero, orientadas frecuentemente a la solidaridad
con los pueblos empobrecidos, a la medicina de servicio social y
popular, lo que aumenta, además del prestigio de la Revolución, la
demanda de países necesitados.

Como consecuencia de todo lo anterior, en 2005 hubo un incremento del
PIB en un 11,8%; un 27,9% de las exportaciones y del 36,4% de las
importaciones; la producción industrial no azucarera aumentó un 3,2%.
Destaca la elevación de los ingresos medios de los trabajadores de 354
a 398 pesos y la pensión mínima de la Seguridad Social se elevó de
55 a 164 pesos. Esta espectacular recuperación no sólo es debida a
los acuerdos con Venezuela y otros países como China, sino sobre todo
a un esfuerzo interno que sentó las bases para comerciar sin excesivas
presiones con estos y otros países.

Sin embargo, aún falta por llegar al grueso de la población esa
mejora. Esta situación, junto a la mejora de económica de la
población, ha tenido como consecuencia la extensión de los niveles de
corrupción, no en su magnitud, pero sí en su extensión. Podemos
hacernos una idea de la cuantía de este sector con el discurso del
comandante del 17 de noviembre de 2005: «Hay, y debemos decirlo, unas
cuantas decenas de miles de parásitos que no producen nada y reciben
tanto». Lo que afirma Castro es que el enemigo de la revolución no
está fuera, en el imperialismo, como se pensaba hasta entonces, sino
dentro de Cuba, en el interior de su sociedad, del partido y de todas
las instituciones.

El peligro viene de los «nuevos ricos» que se están formando al
acaparar las ganancias del turismo y, sobre todo, las del robo de los
recursos del Estado y de las empresas, y en menor medida en los
pequeños chiringuitos. El robo generalizado es una lacra que merma no
sólo la eficiencia económica sino también la ética del pueblo,
clave para la construcción del socialismo.

Esta definición de Fidel Castro nos sirve para comprender, primero,
que «unas cuantas decenas de miles de parásitos» pueden ser
cualitativamente muchos en la sociedad cubana y, segundo, que estos
parásitos pueden crecer.

Sin duda, es a la diferencia entre la mejora económica lograda a
partir de los debates de 2002 y 2004, y desarrollo pleno del
socialismo, más allá y más profundo que lo meramente económico, a
lo que se referían los críticos que aseguraban que no se habían
aprovechado totalmente las posibilidades abiertas por el debate sobre
el socialismo.

Un problema que puede agravar esta situación es el envejecimiento de
Fidel Castro o su salida de la política activa. Quienes auguran el
hundimiento de la revolución al poco tiempo de su muerte, desconocen
la fuerza interna de la identidad nacional cubana.

Todo indica que el futuro de la revolución, es decir, del pueblo
cubano en cuanto entidad nacional, depende de la capacidad de que, en
primer lugar, se detenga y se haga revertir el enriquecimiento de los
parásitos; de que se refuerce y renueve el proyecto socialista,
demostrando que el fidelismo auténtico es eminentemente socialista, de
que el futuro de Cuba sólo es posible en el socialismo; y de que,
simultáneamente, se hayan desarrollado todas las potencialidades de
ese socialismo.

Otro problema que puede agravar la situación es que existe un cierto
vacío generacional entre los aparatos burocráticos del partido y de
las instituciones y la juventud formada políticamente, que no sólo
técnicamente, capaz de asumir la administración de la Isla; vacío
relacionado con el retraso en el avance de ese proyecto socialista
nuevo que debe suceder al fracasado modelo soviético.

Tampoco debemos olvidar que el retraso en el desarrollo de ese
socialismo puede facilitar el escepticismo que existe en sectores
sociales ante la supuesta inevitabilidad de la vuelta del capitalismo.

En resumen, el pueblo cubano está haciendo esfuerzos apreciables para
recuperarse del agujero en el que cayó al hundirse la Unión
Soviética, y del que está saliendo a pesar de las agresiones yanquis.
Su futuro depende de la dialéctica entre la resolución positiva de
las contradicciones sociales internas, y la resolución de las
contradicciones que corroen al capitalismo mundial, especialmente en el
área americana.

Si bien las espadas están en alto, la ventaja la tienen las fuerzas
revolucionarias, pero, como afirma Fidel Castro, los peligros que
acechan son a la vez más internos que externos. -


Joseba Alvarez es responsable de Relaciones Internacionales de Batasuna