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Triste final
PL
8/28/2006 1:22:00 PM
Triste final
Shelyn Rojas
Bitácora Cubana, 26 de agosto de 2006 - La Habana
A principios de los años 80, Aurora fue secretaria del primer vice
ministro del Ministerio del Interior (MININT). Trabajó en varias
prisiones de la ciudad, atendiendo a los presos.
Por la devoción y desempeño en el trabajo, le asignaron un apartamento
en el reparto Alamar. La revolución era lo primero.
Una noche, mientras estaba tratando de coger un aventón para dirigirse a
su casa, conoció a Benedetto. Aurora llevaba en una bolsa toda la cuota
alimenticia que raciona el gobierno mensualmente. VestÃa con una
vulgaridad misérrima.
Benedetto era un italiano. No pensó que ese italiano la salvarÃa de
morirse de hambre junto a su familia en el "periodo especial".
Nunca habÃa entrado a las tiendas que eran sólo para los extranjeros.
Fue la primera vez que se puso un par de zapatos decentes, que comió
dulces finos y untó en su piel un buen perfume.
Se inició en la práctica de la santerÃa.
Con el tiempo se dio baja del MININT, y más tarde Benedetto regresó a su
paÃs.
A finales de 1999, tuvo un trágico accidente automovilÃstico. Por un
error del doctor al operarla padecerá toda una vida del pie izquierdo.
La solución clÃnica fue tomar tejidos del muslo para injertarlo en el
talón. Como todo en su vida, esto tampoco funcionó. El injerto de
tejidos fue rechazado. Hoy le falta el pedazo de talón que la hace cojear.
Pasó a ser una impedida fÃsica. Le asignaron una chequera de pensionada
que a penas alcanza para empezar el mes.
Vive para la religión. Es su único refugio frente a la mala suerte. A
pesar de tener a su esposo, un mestizo nueve años menor que ella,
extraña a Benedetto.
Un dÃa, sus seres desde el más allá le susurraron al oÃdo que sus
vecinos de los altos le estaban echando brujerÃa. Aún desconoce las
razones.
Despertaba y lo primero que hacÃa era revisar la puerta de su casa y las
ventanas. DecÃa que estaban llenas de polvos maléficos. Ella era la
única que lograba ver el polvo.
Acudió en varias ocasiones a la estación policÃaca de su localidad. Los
policÃas no le prestaban atención.
Su esposo una noche se asustó al no verla en la cama. La buscó por todo
el apartamento. Se asombró al verla dentro del closet del cuarto con un
vaso de agua, una cruz y envuelta en trapos de pie a cabeza, empapados
en orines. Asà estaba protegida de la maldad de los vecinos.
Se divorciaron. Su familia decidió internarla en una clÃnica de
psiquiatrÃa del Vedado. Pero esperarÃan a que ella decidiera ir por su
voluntad.
El dÃa llegó pronto. Allà le recetaron varios medicamentos por tiempo
indefinido. Uno de los medicamentos no se puede encontrar en la isla,
fue traÃdo por donaciones y ya se acabó.
A pesar de todo, Aurora no deja de creer en la revolución, intenta hacer
una carta al Consejo de Estado para que su caso sea atendido. Ella fue
la secretaria de un vice ministro una vez, hace mucho tiempo. Tienen que
resolverle. No la pueden abandonar ahora como han hecho otras veces.
Tampoco deja de añorar a Benedetto, el italiano que un dÃa se fue de la
isla y no regresó jamás. A diferencia de Penélope, ella no tiene manto
que tejer y destejer.
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