bromselick
8/26/2006 2:43:00 PM
Lisandro Otero --
Ganador del Premio de Literatura de Cuba --
2006-08-25 --
El secretario de Estado para América Latina, Thomas Shannon, declaró
que el gobierno de Bush estaría dispuesto a realizar consultas con el
Congreso para un posible levantamiento del embargo. Shannon indicó que
la oferta suponía que el régimen de Fidel Castro aceptase la
liberación de prisioneros políticos, el respeto a los derechos
humanos, un compromiso hacia la creación de instituciones
independientes -como partidos políticos y sindicatos- y una vía hacia
la celebración de elecciones. Estados Unidos afirmó que su oferta
para un posible levantamiento del embargo contra Cuba "seguirá sobre
la mesa", siempre y cuando el Gobierno de La Habana inicie el proceso
hacia una transición democrática.
Estas declaraciones son una clara evidencia de la poca comprensión que
existe en Washington de la realidad cubana. El pasado 23 de agosto el
diario Granma publicó una entrevista a Raúl Castro, realizada por su
director Lázaro Barredo, en la cual el dirigente cubano afirmaba
-recordando anteriores declaraciones en ese sentido de Fidel
Castro-, que Cuba no sería remisa a discutir su prolongado diferendo
con Estados Unidos, buscar la paz y mejorar las relaciones pero ello
tendría que ser sobre la base del más irrestricto comedimiento,
"únicamente cuando Estados Unidos se decida a negociar con seriedad
y esté dispuesto a tratar con nosotros con espíritu de igualdad,
reciprocidad y el más pleno respeto mutuo."
Las declaraciones de Shannon no fueron realizadas con compostura e
igualdad. Son ofensivas porque parten de la suposición de que en Cuba
no se respetan los derechos humanos, existen presos políticos y las
elecciones son ilegítimas. Solamente les faltó reclamar que se
desarme a las fuerzas armadas de Cuba. El gobierno de Bush, a cambio de
estas supuestas concesiones "comenzaría consultas" con el Congreso
para un eventual levantamiento del bloqueo. O sea, recibirían todo a
cambio de nada.
A Cuba le correspondería, entonces, fijar sus condiciones a Estados
Unidos. Estas pudieran ser: salir de los territorios ocupados de Irak y
Afganistán, abandonar la guerra de rapiña petrolera en el Oriente
Medio, cesar las intimidaciones contra Irán, suspender las coacciones
contra Corea del Norte, desistir de los envíos de armamento a Israel
para sus provocaciones y agresiones a los pueblos árabes, clausurar
la base de torturas en Guantánamo, devolver el territorio de
Guantánamo al pueblo cubano, cesar en sus bravatas y fanfarronadas
insultantes contra Venezuela y Bolivia, ayudar a los negros pobres de
Nueva Orleáns a reconstruir su miserable existencia. Entonces, sólo
si Estados Unidos accede a cumplir con estas condiciones, pudieran
ambos países sentarse ante una mesa de negociaciones.
Recientemente el gobierno de Bush ha aprobado un conjunto de medidas
para propiciar el derrocamiento acelerado de la Revolución cubana.
Entre ellas se otorgaba un fondo de ochenta millones de dólares a la
contrarrevolución que seguramente irá a engordar las ya nutridas
cuentas bancarias de una lucrativa profesión: ser terrorista
anticubano en Miami. Pero entre esas medidas se admitía la
existencia de unos "anexos secretos" que no publican "por razones
de seguridad nacional" y "para asegurar su efectiva realización". El
gobierno de los Estados Unidos no revela el contenido de esos anexos
porque son ilegales y constituyen una violación del derecho
internacional. El 5 de diciembre de 2003, el señor Roger Noriega,
entonces secretario asistente de Estado para Asuntos del Hemisferio
Occidental, declaró que "los Estados Unidos trabajaban para asegurar
que no haya sucesión al régimen de Castro".
En esas insinuaciones de violencia inminente puede advertirse la
existencia de planes ya concluidos de invadir la isla. ¿Qué es un
exceso de suspicacia? Desde luego que no. Durante dos siglos Estados
Unidos ha sido el azote de América Latina desde que William Walker
desembarcó en Nicaragua en 1855 y Shafter en 1898 en Santiago de
Cuba, desde la Enmienda Platt, desde que Pershing persiguió a Pancho
Villa en territorio mexicano, desde la ocupación de Veracruz hasta
las reiteradas invasiones a Panamá. Recordemos la deposición de
Arbenz, el asesinato de Allende, el derrocamiento de Joao Goulart, el
crimen del arzobispo Romero de El Salvador, la invasión de Granada, la
destitución de Juan Bosch, las múltiples intervenciones en República
Dominicana, el asesinato de Torrijos, la intervención de la CIA en
Bolivia para capturar al Che, la imposición de Trujillo por los
marines, recordemos Playa Girón.
Si todo ello no basta para persuadirnos de la criminalidad intencional
de una potencia insolente y despótica que nos desprecia y explota
pecaríamos de vulnerable ingenuidad. Los "anexos secretos"
solamente pueden consistir en propósitos para emplear la violencia de
manera clandestina: atentados a dirigentes, campañas terroristas,
infiltración de subversivos, invasión. Por eso hay que reclamar una
apertura de intenciones, un develamiento claro de qué hay detrás de
esa siniestra "diplomacia" que pretende ofrecer un pacífico ramo
de olivo mientras oculta un garrote en la espalda.