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Encomiable labor de ortopédicos cubanos en Java, Indonesia.

bromselick

8/23/2006 3:28:00 PM

Los humildes habitantes de la isla reconocen y admiran a los
especialistas cubanos que cumplen allí misión internacionalista --

Por: Liurka Rodríguez Barrios --
Correo: digital@jrebelde.cip.cu --
23 de agosto de 2006 20:28:12 GMT --

Las misiones en Paquistán e Indonesia han exigido a Abelito poner en
práctica todo lo aprendido. Foto: Liurka Rodríguez Barrios -

INDONESIA.- Mucho se ha escrito sobre el Hombre de Java. Aunque su
existencia debió remontarse a 500 000 años, no es hasta 1982 en que
se habló con exactitud de ese eslabón del cuadro evolutivo. Se
registraba como un tipo de Homus erectus, y sus fósiles fueron
hallados por el doctor de origen holandés Eugenio Dubois, en una de
sus excavaciones en la isla indonesia de la cual tomó su nombre.

Se estima que este antecesor del género humano era físicamente muy
poderoso y que su morada se centró en los márgenes fluviales del río
Solo. Se sostenía sobre sus dos piernas (algunos estudios advierten lo
contrario) y su capacidad craneana oscilaba entre los 750 y 900 cm3.

También trascendió como el primer poblador de Indonesia. Omnívoro y
recolector, su comunidad dormía en cuevas o al aire libre. Conoció
del beneficio del fuego y del hacha como instrumento de trabajo.

En la actualidad el hombre de Java constituye referencia para
científicos empeñados en descifrar enigmas evolutivos. Entretanto,
sin importar los siglos que median entre aquel y los actuales
pobladores de la Isla, un ortopédico cubano trata fracturas y traumas
de un terremoto que no creyó en la fortaleza legendaria de seres con
el récord de haber pernoctado en una Isla casi toda una vida.

EL HOMBRE DE BAUTA
Abel Valdés Díaz tal vez se inscribe entre los especialistas en
Ortopedia y Traumatología más jóvenes del país. Con 33 años ya
anda con su bata solidaria por otras tierras. Nació en Bauta,
provincia de La Habana, y pensó que algún día sería un gran
deportista. Es casado, tiene una hija y otra criatura por venir.

Lo cierto es que Abelito, como todos lo llaman, cambió las pesas por
fijadores externos; y su sueño de campeón, por el de médico
internacionalista. Antes estuvo en Paquistán, y en Java ha atendido a
víctimas del terremoto que les deparó los 53 segundos más amargos de
sus vidas.

La tarea principal de este cooperante es colocar fijadores externos a
quienes lo han necesitado.

«Son fijadores llamados RALCA, de diseño cubano y únicos en el
mundo, que aceleran la incorporación del paciente a la actividad
normal. En condiciones de desastre son muy efectivos. Se colocan con
cirugía de mínimo acceso, y esta vía percutánea evita pérdidas de
sangre. Además, el proceso de cicatrización es mejor y las secuelas
menores».

El joven doctor insiste que ganó esos conocimientos en el intercambio
de experiencias con su equipo de trabajo, especializado en fijadores
externos, del Hospital Frank País, y aprovechó la ocasión para
enviar agradecimientos a los doctores Miguel Ángel Rodríguez y
Rodrigo Álvarez Cambras.

¡TULAN TULAN!
La consulta de Ortopedia siempre está concurrida. Desde horas de la
madrugada los pacientes hacen su fila para ver a los especialistas. La
voz del organizador anuncia en su lengua local, tulán tulán, que ya
puede entrar el primero de los aquejados de dolores de músculos o de
huesos.

Entonces entra en acción el doctor Abel, llamado ya el «sobrino» de
su primer caso, una mujer que sufrió una fractura bilateral de sus dos
húmeros al caérsele encima su vivienda la fatídica noche del sismo.
Hoy ella está feliz de ser la «tía» de un cubano que le facilitó
la vida y que pronto le retirará lo que comúnmente denomina varas de
hierro.

«Otros traumatizados han requerido que se les coloquen fijadores
externos. La evolución de los mismos es satisfactoria. Todos estamos
pendientes, los visitamos, vienen aquí y velamos porque no ocurran
sepsis, que aparecen entre los mayores riesgos de este tipo de
proceder.

«Esta experiencia contribuye a mi formación profesional. He puesto en
práctica todo lo aprendido y me siento cada vez más seguro en el
ejercicio de mi especialidad, aunque siempre se aprende algo nuevo.

«No solo me he dedicado a colocar fijadores externos, aunque confieso
que es lo que más reconforta: ver cómo los afectados se retiran del
hospital por sus propios pies y regresan agradecidos, felices de tener
otra oportunidad de andar y utilizar sus miembros como antes, sin
limitaciones.

«Debo destacar las extraordinarias relaciones de trabajo que he
desarrollado con el colectivo de ortopédicos del Hospital Integral de
Campaña Ernesto Guevara. Hemos formado un buen equipo, lo cual se ha
revertido en una mejor prestación de servicios, tan reconocidos y
admirados por esta gente humilde».

Es probable que los antropólogos o expertos en Paleontología no
puedan recoger en sus cartillas la hazaña de los médicos cubanos a su
paso por la Isla de Java. Quizá nunca se enterarán que estos llegaron
un día a restaurar lo que una inclemencia les quitó a no pocos de sus
habitantes.

Pero quién sabe si algún día alguien contará a sus hijos, y estos a
los suyos la historia de un joven ortopédico, fijador de huesos. Por
ahora, anticipemos su naturaleza de hombre sencillo, callado y
laborioso.