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La piñata castrista

TORREBLANCA®

8/25/2006 8:50:00 PM

La piñata castrista
DANIEL MORCATE
Como parte de sus ritos de control, la dictadura castrista ha
intensificado su propaganda sobre las propiedades robadas a sus
legítimos dueños. Por toda la isla resuena el eco de las advertencias
oficiales. La tónica es que, ante la noticia de la enfermedad de Fidel
Castro, los exiliados se han colocado al acecho de sus antiguos
negocios, terrenos y viviendas usurpados. Fue tema central de ese
sainete de la televisión del régimen llamado Mesa Redonda. Lo que no
dice ni dirá la propaganda castrista es que la mayoría de los
antiguos países comunistas han hallado formas civilizadas y pacíficas
de rectificar el despojo que padecieron millones de sus ciudadanos.

La piñata con propiedades ajenas es uno de diversos métodos que
utilizan los regímenes totalitarios para asegurarse la complicidad de
sectores de la población. El robo sistemático se racionaliza con
apelaciones a la ''justicia social'' y ataques indiscriminados a los
confiscados, a quienes se declara enemigos de clase. Pero el propósito
esencial es manchar con el robo las manos de los que imparten las
órdenes, de los ''interventores'' que las ejecutan y de los que se
apoderan de los bienes saqueados. China, Vietnam y Cuba han
perfeccionado el método hasta incluir a multinacionales capitalistas
en el usufructo de propiedades ajenas. Algunas de estas empresas
incluso defienden el expolio en tribunales democráticos, invocando
reglas amañadas de las dictaduras de las que son socias.

Casi todos los países liberados del totalitarismo han emprendido la
rectificación de este metódico latrocinio bajo la presunción de que
no se erigen sociedades civilizadas sobre la base de semejante
atropello, del mismo modo que no se erigen al abrigo de otros crímenes
de lesa humanidad. La rectificación no ha sido fácil ni satisfecho a
todos, desde luego. De hecho ha arrancado de la depauperación en que
los gobiernos comunistas, sin excepción, dejaron a sus países. Pero
mientras más profundo y creativo ha sido el esfuerzo mejor ha
restañado las heridas y mayor confianza ha inspirado en los
inversores.

El primer paso que han dado los nuevos gobiernos democráticos ha sido
el ofrecer una disculpa oficial a las víctimas del despojo. En algunos
casos la disculpa se ha acompañado de devoluciones totales o parciales
de los bienes robados. Pero más típica ha sido la creación de
mecanismos de compensación que se aprobaron por consenso democrático.
En los antiguos satélites soviéticos y en Nicaragua se otorgaron
bonos estatales a los expropiados con distintos resultados prácticos.
En la República Checa, Polonia, Hungría y Rusia se distribuyó el
vasto patrimonio de los partidos comunistas. La distribución se hizo
mediante privatizaciones de grandes empresas, ventas de las pequeñas a
trabajadores y devoluciones condicionales a propietarios originales. Y
los terrenos y fincas que habían degenerado en planes colectivos de
trabajo semiesclavo, se revendieron a sus dueños legítimos a precios
razonables.

Creo que, al cabo de casi cinco décadas de dictadura, pocos cubanos
que han sido víctimas de la estafa totalitaria reclamarán
propiedades. Su prioridad será más bien contribuir a la recuperación
emocional y física de su país sumido en la indigencia. Pero está
claro que aquellos que lo hagan estarán en su derecho y podrán
inspirarse en modelos de naciones descomunizadas. La Cuba poscastrista
daría un paso importante hacia la legitimidad democrática si adoptara
un programa de acción afirmativa para compensar a los expropiados que
también sufrieron prisión política y a los familiares de quienes
fueron asesinados. Así se les recordará a todos los cubanos que
quitarles los bienes a otros no es una manera especial de hacer
revolución, sino una forma primitiva de pillaje.